Elogio de la anarquía
Edición de Jean Levi
Traducción del chino antiguo de Albert Galvany
Logroño, febrero 2015
Tercera edición
ISBN 978-84-938349-7-5
180 págs., 12x17 cms.
Encuadernación: rústica con solapas
PVP: 12,00€
Precio web: 11,40€

Elogio de la anarquía

por dos excéntricos chinos del siglo III

Prólogo de Jean Levi

Polémicas del siglo tercero seleccionadas y presentadas por Jean Levi Traducidas del chino antiguo y anotadas por Albert Galvany Como senda a un mundo desconocido —y a la vez como puerta al conocimiento de uno mismo—, este libro nos acerca a algunos de los más interesantes debates sociales que sacudieron los ambientes letrados de una China en gran efervescencia intelectual, y lo hace por medio de la traducción completa de tres polémicas: «De la inutilidad de los príncipes», «Sobre el carácter innato del gusto por el estudio» y «Sobre los efectos nocivos de la sociedad para la salud». En ellas Bao Jingyan y Xi Kang nos llevan a una gozosa confrontación de ideas mediante la exposición clara y razonada de argumentos y la refutación punto por punto de las tesis del adversario. Vistas con nuestro prisma occidental, y aunque no sea muy «correcto» hacerlo, resulta casi imposible no emparentar los argumentos esgrimidos en estas polémicas con las andanzas de los filósofos cínicos.

[…] ¿No es cierto que a menudo al desear algo tememos no obtenerlo y que tras haberlo obtenido vivimos en el temor de perderlo y nos mostramos dispuestos a cualquier cosa con tal de que eso no ocurra? ¿Pretendéis que los que han obtenido un puesto de mando no se dejen llevar por el engreimiento y que quienes han sido colmados de riquezas no se abusen? Al perseguir con ahínco [riquezas y honores], ¿cómo no excederse? Una vez obtenidos, ¿cómo no perderlos?

[…] para quienes extenúan su vida persiguiendo la celebridad ni siquiera diez mil generaciones bastarían para lograr la satisfacción. Todos ellos carecen en su interior de un principio rector y, por tanto, su felicidad depende de los objetos externos. […] Quienes, por el contrario, poseen un principio rector en su interior, podrán disfrutar de la felicidad en las cosas exteriores. Incluso sin tambores ni campanas, su felicidad es completa; colmar nuestros propósitos no significa moverse en carruaje y portar distinciones, como tampoco la felicidad suprema consiste en la satisfacción de los impulsos más groseros. A mi entender, consiste más bien en que estos no nos subyuguen.

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