Tiempo después
Tiempo después
Logroño, febrero 2019
Segunda edición
ISBN 978-84-15862-35-2
144 págs., 14.5x21 cms.
Encuadernación: rústica con solapas
PVP: 14,00€
Precio web: 13,30€

Tiempo después

«Cuerda imagina en Tiempo después un futuro reducido a un rascacielos (el Torres blancas) levantado en medio del desierto de lo real. En el exterior, la lucha de clases sigue gozando de tan buena salud como desde el momento en que alguien supo nombrarla. Los códigos que rigen este microuniverso de guardias civiles, barberos poéticos, conserjes exasperantes y algunos arquetipos sempiternos se verán puntualmente desestabilizados por el gesto revolucionario de un vendedor de limonada. Bajo el humor, resulta palpable el desencanto del cineasta ante un mundo en caída libre».—Jordi Costa

«Hacía muchísimos años que no se publicaba en la literatura humorística en castellano una joya como Tiempo después; nos ha tenido que venir a rescatar de la mediocridad del hábito uno de los de siempre».—Edu Galán

«Tiempo después es poesía, un acontecimiento cultural de primer orden».—Arturo Valls

Esta narración breve, que es la primera que publica en formato libro, sigue la estela de sus obras más celebradas (Total, Amanece, que no es poco, Así en el cielo como en la tierra, etc.).

*

Como ya se sabe a estas alturas, el mundo entero se ha visto reducido a un solo edificio y unas afueras. Tal cual. Y se ha llegado al año 9177 tan a trancas y barrancas, que no es poco que, al menos tres o cuatro días a la semana, haya gente viva en el mundo y salga el sol, aunque sea por donde le dé la gana.
Como un alegre entomólogo y como un notario malhumorado a la vez, José Luis Cuerda ha recogido información —privilegiada— de los hechos y dichos propios de este mundo, con especial detenimiento en personajes como:
—José María, proletario, que va a cumplir pronto los cuarenta. Robusto y probablemente virgen, tiene aire voluntarioso, empuja un carrito de helados y se diría al verlo que no le debe nada a nadie;
—el rey, su adversario, que tiene el aire inconfundible y transitorio de ser hijo adulterino de un padre-rey infeliz; malhabla idiomas con acentos mezclados y es enredador, tramposo y prolijo;
—y Méndez, la secretaria del alcalde y heroína del relato, es una muchacha muy atractiva y zorreta, que parece que nació, sonríe, se nutre, se viste y se desnuda aposta.
Los demás personajes, por decenas, tejen una urdimbre, o población humana, en un mundo verificable y bipolar compuesto por quienes lo mangonean: una pareja de la Guardia Civil Mundial, tres marinos de guerra, algunos eclesiásticos, dos barberos… y por los que se joden irremediablemente: parados crónicos, mujeres, minorías étnicas…

[...] Las ovejas, ya en la azotea, empiezan a pastar en el césped que rodea la piscina. Unas chicas, que toman el sol tendidas en el suelo, se levantan y se dirigen al pastor.
—¿Le estorbamos aquí?
—No. Qué va. Los animales ya se buscan la vida.
—Qué hermoso se le cría a usted el ganado —dice una por agradar.
—Ustedes también están muy ricas. ¿Dan leche ustedes?
La interlocutora se ruboriza:
—Todavía, no.
—Ea. Pues, en eso, son mejores las ovejas. [...]

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