Rafael Barrett Álvarez de Toledo, nació en Torrelavega (Cantabria) en 1876, y murió en Arcachon (Francia) en 1910. Hijo de un británico y de una española descendiente de la vieja nobleza, gozó de una exquisita educación; se mezcló con la bohemia madrileña, y tuvo que exiliarse —primero a Argentina y después a Paraguay— tras un incidente, ya legendario, en el que azotó públicamente al duque de Arión. Hombre de una extrema sensibilidad y poseedor de una inmensa cultura, fue un pensador radical y un escritor que se batió en corto.
Partiendo en muchas ocasiones de un acontecimiento concreto y haciendo uso de diferentes géneros narrativos, Barrett desmenuzó con fina ironía el alma humana, sus móviles más profundos y sus anhelos más grotescos. En apenas siete años produjo una obra considerable (cuatro volúmenes, que conozcamos) de una calidad excepcional, cosa que Borges, entre muchos otros, no tardó en reconocer.
Aun así, Rafael Barrett es posiblemente el escritor español más injustamente ninguneado. Afortunadamente, gracias a la labor de un puñado de entusiastas a ambos lados del Atlántico, su obra no ha sido olvidada.