Alfred Jarry (1873-1907), poeta, dramaturgo y novelista, es sin duda uno de los autores claves para entender la modernidad. Creador de la ‘Patafísica —o ciencia de las soluciones imaginarias—, vinculado generacionalmente al simbolismo, precursor del teatro del absurdo, del dadaísmo y del surrealismo, su obra sigue representando un inagotable arsenal con el que enfrentarse a un presente grotesco. Iniciado en la adolescencia como ejercicio de sátira sobre un esperpéntico profesor de liceo, el ciclo de Ubú es la obra dramática más representativa de Jarry. El personaje, con el que más tarde el autor llegaría a identificarse en su propia vida, se transformó con el tiempo un mito moderno en el que hoy en día continuamos encontrando una caracterización esencial de la época: su grotesca sed de poder, su facilidad para banalizar el mal convirtiendo todos sus actos en una farsa, lo han convertido en modelo no solo de los grandes tiranos, sino de la misma naturaleza del ejercicio de la autoridad en las sociedades espectaculares. Pero lo que en un día pudo parecer exagerado a sus contemporáneos, hoy en día parece, como poco, certero. El siglo XX lo hizo definitivamente suyo, mientras que el presente siglo no ha hecho sino potenciar la sensación de que el propio Jarry pudo quedarse corto al plantear los rasgos más excesivos de su criatura.