Eduardo Barriobero y Herrán nació en 1875 en el seno de una familia acomodada en la localidad riojana de Torrecilla en Cameros, aunque pasó parte de su infancia en Entrena y luego cursó la enseñanza media en Logroño. Se trasladó a Zaragoza para realizar estudios universitarios. En la capital aragonesa se matriculó en Leyes y Medicina. Pronto sintió admiración por la figura de Pi y Margall y se afilió al Partido Republicano Democrático. Poco después se dirigió a Madrid. Allí hizo oposiciones a Registrador de la Propiedad y conoció a su futura mujer, Araceli González, hija de una familia de terratenientes muy conservadora. Con ella tuvo dos hijos, pero no tardaron en separarse. En ese momento Barriobero reorientó su actividad profesional hacia el ejercicio de la abogacía, la literatura y el periodismo.
Activista político incansable, propugnó la unidad de republicanos, socialistas y anarquistas para crear un frente político único. Impulsó incontables iniciativas sociopolíticas y fue encarcelado en numerosas ocasiones. En una de ellas entabló amistad con Ferrer i Guàrdia. El Sindicato Libre llevó a cabo contra él, al menos, tres intentos de asesinato. Elegido diputado hasta en cuatro ocasiones, formó parte del grupo de los llamados «jabalíes», conocidos por su beligerancia antigubernamental. Su compromiso social lo llevó a mantener un fuerte vínculo con el movimiento libertario y con la cnt.
Defendió como abogado a centenares de obreros, y participó en los procesos más importantes de la época: la Semana Trágica, los sucesos de Cullera, la huelga revolucionaria de 1917, la insurrección anarquista del 33 o la insurrección de Asturias...
Escritor incansable, redactó decenas de obras de los más variados géneros: ficción, ficción documental, ensayo, tratados legales, obras de teatro, zarzuelas, biografías... Mantuvo una estrecha relación con la bohemia —con Ernesto Bark, Alejandro Sawa o Emilio Carrere— y participó en la tertulia de Gregorio Pueyo y en los encuentros feministas de Carmen de Burgos, más conocida como Colombine. Su tarea intelectual fue descomunal. Colaboró con La Rioja Industrial, Tierra y libertad, La Tierra, Germinal, La palabra libre o El radical, entre muchas otras publicaciones periódicas. Editó a autores como Juan de Mariana, Quevedo o Boccaccio. Tradujo del latín, griego, alemán, francés e inglés, y fue el encargado de verter al castellano a autores de la talla de Hegel, Goethe, Voltaire, Maquiavelo, De Quincey, Ovidio o Suetonio. Es de destacar que fue el primer traductor de las obras completas de Rabelais.
Vocación, publicada por primera vez en 1909 y que ahora presentamos de nuevo, es una de sus novelas documentales más notables.
Llegada la Guerra Civil, Barriobero fue propuesto para presidente del Tribunal Supremo, pero solo aceptó la presidencia de la Sala de lo Criminal. También fue nombrado fiscal general de la República, pero algunos republicanos conservadores boicotearon el nombramiento. Los anarquistas lo reclamaron desde Barcelona para que organizara el modelo de justicia revolucionaria. En septiembre de 1937 fue acusado de apropiarse una sustanciosa cantidad de dinero, y aunque el Tribunal Supremo lo absolvió, se pasó casi el resto de la guerra en prisión. Días después de la caída de Barcelona en 1939, tras negarse a exiliarse a Francia —donde años atrás había sido nombrado caballero de la Legión de Honor—, fue detenido, condenado a muerte e inmediatamente ejecutado y enterrado en los fosos de Montjuïc.
Eduardo Barriobero es quizá el intelectual más destacado que ha dado su tierra natal. Hoy, pocos lo recuerdan. A nosotros nos resulta difícil olvidarlo.