En El modo atemporal de construir, Christopher Alexander se propuso contestar a la siguiente pregunta: ¿Qué es lo que hace que un edificio esté adaptado simultáneamente a su función y a su entorno, que permita la aparición de la vida dentro y fuera de él, y que siga manteniendo estas cualidades a través de las generaciones y las culturas? Para el autor, el secreto se halla en una «cualidad sin nombre» que es fruto de la vivencia histórica y social del entorno, y de la aplicación directa de determinados preceptos muy sencillos.
En este sentido, la sabiduría popular habría creado, a través de siglos de pruebas y errores, una serie de «patrones», modelos simples y contrastados de distribución y construcción que al unirse de modo natural formarían un lenguaje arquitectónico concreto y facilitarían la creación de estructuras óptimas para vivir. Todo el mundo puede construir a través de patrones. Todo el mundo debería construir mediante patrones. En este auténtico libro de culto, Alexander nos ofrece una caja de herramientas para uso de todo aquel que esté interesado en habitar el mundo.
[...] Existe un modo atemporal de construir.
Posee miles de años de antigüedad y hoy es el mismo que ha sido siempre.
Los grandes edificios tradicionales del pasado, las aldeas, chozas y templos que el hombre ha percibido como su casa, siempre fueron edificados por personas que estaban muy cercanas al núcleo de este modo de construir. Solo siguiendo este modo es posible hacer grandes edificios, grandes ciudades o bellos lugares, aquellos en los que te sientes tú mismo, en los que te sientes vivo. Y, como verás más adelante, este modo conducirá a cualquiera que se interese por él a edificios que en sí mismos son tan antiguos en su forma como los árboles y las colinas, o como nuestros rostros. [...]