El monstruo
Logroño, octubre 2009
Primera edición
ISBN 978-84-937205-3-7
224 págs., 12x17 cms.
Encuadernación: rústica con solapas
PVP: 11,00€
Precio web: 10,50€

El monstruo

Prólogo de Julio Monteverde

Exponente inequívoco de la literatura decadente española, esta novela, publicada por primera vez en 1915, nos propone un viaje al Jardín del Pecado de principios del siglo XX —la noche, los narcóticos, los tugurios, las malas compañías, etc.— de la mano de Helena Fiorenzio y su camarilla. El texto, pródigo en detalles y descripciones (como no podría ser de otra manera), nos ofrece un paisaje de la fauna nocturna de la época y nos acerca al «Mal» en Oriente y Occidente: de los casinos de Biarritz, pasando por la plaza de toros de San Sebastián, recorre los puertos mediterráneos (europeos y africanos) y los antros que albergan sus calles hasta llegar a lúgubres y exóticos parajes orientales.

Sin duda, esta edición de El monstruo es una buena puerta de entrada a la vida y la obra narrativa de Antonio de Hoyos y Vinent, y por extensión a la novela decadentista.

[…] En la atmósfera, un poco pasada de moda ya, muy Lorrain, de sexagenarias ninfómanas que, atrozmente pintadas, estucadas, enjalbegadas, adornadas y emperifolladas con demasiadas joyas, demasiadas plumas y demasiados encajes, se revolcaban por los divanes en compañía de pálidos adolescentes, o realmente enfermos de literatura, o simplemente viciosos a lo Marcel de Willy, Helena se aburría. Aquello, que pudiésemos llamar diletantismo del vicio, era para ella, que conocía los abismos de la degradación humana, cuando los hombres, crueles como dioses, aúllan como lobos, cosa banal y de juego, casi caricaturesca, con todo lo que tienen de doloroso y de grotesco tales caricaturas. A ellas, sin embargo, habíase acostumbrado, pues mirada por las viejas viciosas y los adolescentes pervertidos como una suma sacerdotisa del Pecado —así, con mayúscula y todo—, estaba harta de que la invitasen a estudios disfrazados de templos y garçonières convertidas en fumaderos de opio, donde se celebraban misas negras, que eran grotescas parodias, y orgías romanas con aventureros de baja estofa y mujerzuelas callejeras, que se mataban a fuerza de cocaína y éter. […]

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