«Vagabundias es un trabajo impresionante, riguroso y absolutamente necesario. Me ha interesado muchísimo. Hay mucho rigor en el libro, como ya lo había en La negación de la virtud, pero aquí, además, están los relatos humanos, contados no solo desde el respeto, contra el paternalismo y el discurso institucionalizado, sino también combatiendo los prejuicios».—Sara Mesa
Las vagabundias son jirones de existencias en los márgenes, vivencias del mundo de la calle, historias recogidas pacientemente durante los catorce años que el autor pasó trabajando en un albergue para personas sin hogar. En este libro, Juanma Agulles entrelaza con maestría las peripecias concretas de algunas de «las gentes del abismo» con agudas reflexiones acerca de la pobreza extrema y la marginalidad en nuestras sociedades, así como del papel de una institución —el albergue— que comparte rasgos con la prisión, el manicomio y la casa de beneficencia.
[…] Culpar a los pobres de su propia condición ha sido uno de los mayores éxitos ideológicos de las sociedades capitalistas. Que los miserables lo acepten y hasta se muestren orgullosos de sus estigmas forma parte de ese juego de atribuciones en el que la pobreza, como concepto, puede ser santificada al mismo tiempo que el pobre, el miserable concreto, vive bajo la amenaza de terminar colgado de la rama más alta de un árbol para dar ejemplo a los demás. En nuestros días, mientras un moderno cualquiera se viste como un mendigo y se recrea en su nueva imagen homeless style, una panda de descerebrados da una brutal paliza y después prende fuego a una mujer que dormía entre cartones [...].
[…] Con el tiempo, empecé a ver a todos aquellos que trabajábamos en torno a la miseria —bajo el pretexto de aliviarla en sus extremos más duros— como seres muy semejantes a los gusanos que se alimentaban de la herida. La degradación social era el nicho ecológico donde diversas especies de tecnócratas de la conducta surgían y medraban, generando una falsa sensación de vitalidad en un organismo social moribundo. Mientras la sociedad siguiese generando nuevas miserias y nuevas gentes del abismo, a nosotros no nos faltaría el sustento. […]