Fijaos en la Naturaleza. Ética: Origen y evolución de la moral forma parte del gran proyecto —inconcluso— que Kropotkin se planteó al final de su vida: la construcción de una Ética que asentara los fundamentos morales para garantizar una convivencia justa e igualitaria.
Analizando la vida en común de los animales, de los seres humanos previos a la civilización, de las diferentes corrientes religiosas, filosóficas y morales, Kropotkin probó, desde un punto de vista científico, que la Naturaleza no es amoral y no enseña al hombre el mal; al contrario, la moral es un producto natural de la evolución de la vida social no solamente en el ser humano, sino en casi todos los seres vivos. Todo el progreso humano está íntimamente ligado a la vida social, que engendra de modo natural e inevitable, tanto en los humanos como en los animales, el instinto de sociabilidad y de apoyo mutuo, cuyo desarrollo subsiguiente hace nacer en los hombres los sentimientos de simpatía y de afecto.
Las investigaciones de Kropotkin, siempre fundamentadas en la observación del medio natural, le otorgan unas cualidades excepcionales que lo convierten en el teórico de la anarquía por el que mejor pasan los años.
Fijaos en la Naturaleza. Ética: Origen y evolución de la moral también puede leerse como un sencillo y comprensible, pero profundo, recorrido por las principales corrientes filosóficas.
Esta edición cuenta, además, con un magnífico y esclarecedor prólogo de Álvaro Girón Sierra.
«Se trataba de demostrar de manera convincente que era posible construir un futuro de comunas libres federadas, en el que el trabajo manual e intelectual estuvieran integrados, y en el que la acción combinada de la agricultura y la industria aseguraran no solo la supervivencia, sino también el desarrollo pleno de las energías y proyectos individuales y colectivos. Un futuro en el que se suprimirían tanto el salario como la propiedad privada, y en el que no tendrían sentido las coerciones legales, estatales o religiosas. Y todo ello tenía como fundamento la idea de que la sociedad preexistía, en todos los sentidos de la palabra, al Estado, la ley y la religión. Una sociedad que era, por definición, prehumana, y que se sustentaba en hábitos morales que tenían su base en instintos sociales útiles en la lucha por la existencia y que habíamos heredado de nuestros ancestros animales. Proyecto político, ética y lectura idiosincrática del darwinismo eran de una sola pieza».—Álvaro Girón Sierra