Los textos incluidos en esta antología fueron publicados en Le Libertaire. Journal du Mouvement Social, periódico editado en Nueva Orleans y dirigido por Joseph Déjacque, quien fue testigo y enlace de primera magnitud entre el Viejo y el Nuevo Mundo. Peleón, culto y enérgico, los debates que Déjacque plantea no dejan espacio para la tibieza, aunque sabe que «uno tiene que vivir en su siglo», por lo que trata de conjugar las ideas más radicales —y con amplitud de miras— con una realidad muy poco halagüeña, por no decir descorazonadora.
La igualdad real entre sexos, el laberinto del comercio y el intercambio, el parasitismo, la propiedad de los medios de producción, las leyes, la denuncia de las diferentes formas de esclavitud y el salariado, la crítica de la autoridad y los jefecillos de tres al cuarto son algunas de las ideas que pueblan esta magnífica antología traducida y prologada por Diego Luis Sanromán.
Anarquista de primera hora (entonces todavía se hacían llamar socialistas), Déjacque ha pasado a la historia por ser quien primero utilizó el término «libertario». Pero su aportación va mucho más allá. Su obra mantiene, casi doscientos años después, una lucidez, una vigencia y una energía arrolladoras. Aunque décadas atrás se publicó El humanisferio, esta es la primera antología de sus escritos que aparece en castellano.
La furibunda crítica contra el capitalismo de rapiña de aquellos libertarios —que tenían una visión del progreso distinta a la que se profesa ahora— electrifica estas páginas. Escritos de una época lejana que, sin embargo, plantean cuestiones que siguen irresueltas y que, además, nos ponen delante de una realidad social un tanto desconocida: la de Estados Unidos a mediados del siglo xix.
[...] La Libertad es la Libertad: seamos sus profetas, todos nosotros, que somos sus videntes. El día en que se comprenda que el organismo social no debe ser modificado sobrecargándolo de complicaciones, sino simplificándolo; el día en que ya no se trate de demoler una cosa para sustituirla por otra similar, aunque rebautizada y multiplicada, ese día habremos destruido de arriba abajo el viejo mecanismo autoritario y propietario y reconocido la insuficiencia y la nocividad tanto del contrato individual como del contrato social. Entonces, el gobierno natural y el intercambio natural [...] se elevarán majestuosos y benéficos en el seno de la humanidad regenerada. Entonces, también, el gobierno autoritario y propietario, el intercambio autoritario y propietario, esa maquinación sobrecargada de intermediarios y de signos representativos, se hundirá, solitario y abandonado, en el lecho desecado de la antigua arbitrariedad. [...]