Raúl Vicente lleva veinte años trabajando como bombero forestal. La mayor parte de este tiempo ha dirigido una brigada en la base helitransportada de la BRIF de Daroca, en Aragón. Desde allí, los bomberos forestales son movilizados para participar en la extinción de los incendios más devastadores que se producen en cualquier parte de la geografía española. En estas páginas, Raúl Vicente nos hace un hueco en el helicóptero junto a él y sus compañeros para hacernos partícipes de sus experiencias y permitirnos conocer de cerca una profesión tan gratificante como dura. Hermano fuego comienza siendo un viaje a la extinción de incendios forestales, pero termina siendo mucho más: todo un recorrido vital por las emociones que se esconden en el corazón de las llamas.
«El complicado verano de 2009 a algunos nos puso al límite. A otros compañeros les costó la vida».
«Vale que empezamos más jóvenes; vale que la adrenalina engancha, pero hay veces que no sabes si de verdad merece tanto la pena».
«Da igual cuántas veces te equivoques, evalúes y corrijas. Volverás a equivocarte. Y eso, verdaderamente eso y solo eso, es lo fastidiosamente jodido de este trabajo».
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Se ha dicho:
«En 2010, el bombero forestal Raúl Vicente (Zaragoza, 1972) compareció en el Parlamento catalán para defender la actuación de su brigada en el incendio que costó la vida a cinco compañeros en Horta de Sant Joan (Tarragona) en el verano de 2009. Además de dar una buena lección a los políticos allí presentes sobre los peligros a los que se enfrentan quienes se ven las caras a diario contra el fuego, aquella intervención supuso para él un punto de inflexión que le llevó a reflexionar profundamente sobre su trabajo y que ha acabado volcando en el libro». —Raquel Vilades, El País
«El tono triste de este hermoso libro se acompaña también de mucho pesar y de indignación. Vicente no duda en señalar que lo escribió casi a modo de terapia. Por él pasan muchas anécdotas de su vida como bombero, sus compañeros, los peores incendios a los que se ha enfrentado y las víctimas». —Ima Sanchís, La Vanguardia