«Historias de la Alcarama puede ser leído de muchas maneras: como un libro de memorias, como un texto de antropología, como un manual de supervivencia, pero por encima de todo es un libro lleno de inesperadas revelaciones».—Gustavo Martín Garzo, Babelia
«Leer un libro de Abel Hernández es siempre garantía de quedar satisfechos. Es la solidez narrativa que nunca pasa de moda, como el contundente traje de raya diplomática, o los chaqués y smokings de las ceremonias».—Isabel Goig
«Sarnago. Un nombre que para muchos no dirá nada. Para unos pocos, apenas un lugar perdido en la Sierra de la Alcarama (Tierras Altas de Soria). Un pueblo abandonado más. Para quienes nacieron en él y lo vivieron, el marco de una biografía y el dolor de lo perdido».—Angélica Tanarro, El Norte de Castilla
«En Historias de la Alcarama todo va hacia atrás, y las tierras y la Historia renacen…».—Antonio Ferres
«Con una exquisita calidad literaria, Hernández recupera con nostalgia y sin ninguna acritud cómo era la vida cotidiana en un perdido pueblo rural, años después completamente deshabitado y abandonado».—Adolfo Torrecilla, Aceprensa
Historias de la Alcarama está concebido como una serie de cartas que Abel Hernández escribió a su hija Sara cuando esta contaba dieciocho años. Deseaba hablarle de Sarnago, al pie de la sierra de la Alcarama, en las Tierras Altas de Soria, el pueblo donde nació y se forjó su espíritu, el repositorio de una cultura rural milenaria que poco a poco había ido desapareciendo y que a sus ojos se revelaba como la única y definitiva verdad. Deseaba hablarle de las barbas del invierno, del trasnocho, de cómo hacían la matanza, de la muerte de sus seres queridos, de lo breve que era la primavera. También deseaba contarle alguna que otra historia de amor, historias de la guerra, e incluso un milagro de Navidad que su abuelo Natalio recordaba cada Nochebuena.
Así, a través de las palabras de Abel, de sus reflexiones y recuerdos de la vida de los habitantes de la Alcarama, todos viajamos como hechizados a un tiempo ancestral, a un lugar que ya es mítico, para acabar conociendo el alma de un hombre enamorado de su tierra. Y es que, como dice Yourcenar por boca del emperador Adriano: «El tiempo no cuenta. Siempre me sorprende que mis contemporáneos, que creen haber conquistado y transformado el espacio, ignoren que la distancia de los siglos puede reducirse a nuestro antojo».