«Andando el tiempo he comprendido que la huida del campo a la ciudad tuvo su origen en el desprecio que el campesino sentía hacia su vida en el campo, en la que el tremendo esfuerzo realizado no tendría más recompensa que acabar un día criando malvas. Era aquel un mundo cerrado y circular, que giraba siguiendo el ritmo de las estaciones para retornar siempre al mismo punto de partida. En realidad huyeron de esa fatalidad y del abandono. Creían, contraviniendo sus principios más arraigados, que era mejor estar sometidos a un amo que ser esclavos de la tierra. Muchos se arrepintieron después, pero ya no había remedio».
Abel Hernández retoma el escenario ya explorado en Historias de la Alcarama, ese espacio mágico, desértico y abandonado de las tierras altas de Soria. Se trata, como él mismo dice, del regreso a su Macondo particular, al país de su memoria y de sus sueños.
El caballo de cartón obtuvo el prestigioso Premio de la Crítica de Castilla y León. Es, junto con Historias de la Alcarama, el libro más celebrado de su autor. Tanto uno como el otro están publicados en Pepitas.
«Por un instante, con el diario entre mis manos, he tenido la sensación de que en cierta manera se cumplía uno de mis sueños imposibles: el tiempo echaba marcha atrás y yo revivía lo vivido. Recuperaba el paisaje espiritual de mi infancia y la memoria de las cosas. Volvía a escuchar las voces familiares. Recordaba historias olvidadas. Me sumergía desde hoy en el ayer adquiriendo una nueva dimensión espacio-temporal. Es una sensación íntimamente dolorosa y alegre, no fácilmente descriptible. Debe de ser algo parecido a lo que ocurre, según cuentan, en el instante de la muerte o del tránsito a otra vida cuando contemplas con absoluta nitidez toda tu vida, carente ya de pasado y de futuro, concentrada de golpe luminosamente en un momento sin que puedas ya hacer nada por modificar un ápice de la misma».