«Fueron años de felicidad inolvidable para los que entonces éramos niños. Saltábamos sobre los charcos de sangre para salpicarnos unos a otros y coleccionábamos ojos que arrancábamos a los muertos que se quedaban tiesos en las esquinas», escribe Chumy en esta insólita autobiografía de un niño de la guerra que pudorosamente titula Una biografía. En 1972, en pleno boom del humor español, entre best-sellers editoriales de Forges, Perich o Summers, Chumy ofrecía al lector una novela-collage, al modo de Marx Ernst, de un rigor onírico que cincuenta años después sigue dejándonos pasmados.
Chumy Chúmez (1927-2003). «Chumy» a secas... En todo caso, «Chumy Chúmez». Lo de José María González Castrillo queda para la partida de nacimiento, fechada en Donostia - San Sebastián el 8 de mayo de 1927. Tuvo la osadía de asegurar que él había sido feliz durante la Guerra Civil, cuando sus héroes eran Popeye el marino y Lenin. Luego, la larga noche del franquismo que sublima en su collage Una biografía. Logró escapar de ella a base de coraje y talento. Primero, en las páginas de La Codorniz, «la revista más audaz para el lector más inteligente». Su intuición para la composición, la fuerza de sus manchas negras y el humor negrísimo se ponen al servicio de una coherencia crítica que le convertirán en uno de los primeros editorialistas gráficos en las páginas del diario Madrid al tiempo que el ministro Fraga prepara su Ley de Prensa. En 1972 funda la revista de humor que dará un vuelco a cuanto se ha hecho hasta entonces en España: Hermano Lobo, «semanario de humor dentro de lo que cabe», según rezaba su subtítulo. Todavía tendrá tiempo de dar a conocer por acá a los dibujantes underground estadounidenses, dirigir dos de las películas más corrosivas de la Transición, convertirse en el hipocondriaco perfecto y dejar correr su humor ácrata en miles de dibujos y en un puñado de tertulias radiofónicas.
«El libro me costó cinco años de trabajo, tres para encontrar el material suficiente y dos más para elegir, cortar y pegar ese material seleccionado. Tuve que luchar para no caer en la tentación de hacer collages surrealistas, alejados de la perspectiva tradicional. El realismo que he conseguido hace pensar a muchos lectores que yo solo he recortado imágenes completas de otros autores, cuando en realidad muchos de ellos tienen hasta diez y doce grabados fragmentados y superpuestos para rehacer nuevas imágenes. Ahora he comprendido que todo el trabajo hecho con amor tiene su recompensa».—Chumy Chúmez