Este volumen reúne algunas de las más luminosas ideas de William Morris contra las nocividades de la civilización moderna.
“Henry David Thoreau fue quizá el único hombre que se detuvo para ofrecer un relato de la experiencia completa. En un periodo en que los hombres estaban en movimiento, él se mantuvo quieto; en un periodo en que los hombres pretendían amasar fortunas, él se mantuvo en la pobreza; en una época en la que la desobediencia civil se expresaba en la rebeldía de los ladrones de ganado o de los camorristas de los pueblos mineros, Thoreau ejerció la desobediencia civil como principio, en protesta contra la guerra con México, la Ley sobre Esclavos Fugitivos o la propia esclavitud”.
[…] “Thoreau iba en busca de la naturaleza para alcanzar un estado más elevado de cultura”. […] “Lo que Thoreau dejó tras de sí sigue siendo algo precioso”.
Lewis Mumford
Henry David Thoreau nació y murió en Concord (Massachusetts). Fabricó lapiceros, midió fincas, navegó ríos, mareó caminos, contempló nubes, buscó, se pensó, nos escribió. Vivió del 12 de julio de 1817 al 6 de mayo de 1862. Tuvo en su biblioteca más libros escritos por él que por otros. Apenas publicó en vida, pero nos dejó un legado escrito inagotable. Thoreau nos invitó a pasear, a contemplar, a pensar, a escribir. Ahora además, nos invita a volar y cantar. Y a mirar las aves, porque las aves son la mejor puerta de entrada a la naturaleza.
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«El Gran Juego es irremediable; solo se juega una vez. Nosotros queremos jugarlo todos los instantes de nuestra vida».
«Le Grand Jeu no es una revista literaria, artística, filosófica o política. Le Grand Jeu busca lo esencial».
«No formamos un grupo literario, sino una unión de hombres ligados por una misma búsqueda».
«Frente a todos los conceptos de la razón, la “Poesía” adquiere el nombre de “Subversión total”. Frente a todas las instituciones, se denomina “Revolución”».
«El Gran Juego es entera y sistemáticamente destructor».
En el verano de 1928 apareció por primera vez en París una revista experimental irrepetible: Le Grand Jeu, El Gran Juego. Sus animadores eran René Daumal, Roger Gilbert-Lecomte, Roger Vailland, André Rolland de Renéville, Pierre Minet y Joseph Sima, entre otros… Y todos ellos, con una media de edad que no pasaba de los veinte años y un espíritu de rebeldía difícil de superar, pusieron en marcha una de las aventuras poéticas más fascinantes y menos conocidas del periodo de entreguerras, un verdadero «cataclismo» cuyos efectos aún hoy siguen haciéndose notar.
Eduardo Jordá (Palma de Mallorca, 1956) es narrador, poeta y traductor. Ha traducido, entre otros, a Joseph Conrad, R.L. Stevenson y James Salter. Sus últimas obras publicadas son el volumen de relatos Yo vi a Nick Drake (2014) y la selección de ensayos sobre narrativa breve Lo que tiene alas. De Gógol a Raymond Carver (2014).